Cycas revoluta Thunb.
CycadaceaeTanto Antonio Pigafetta como Maximiliano Transilvano recogen en sus narraciones el consumo del pan de sagú entre los nativos de Filipinas y Molucas. Se dice que este pan se elabora de ciertas partes del tronco o madero, una vez limpiadas quitando ciertas espinas, provenientes de unos árboles que son semejantes a palmeras. El sagú es de hecho una especie de almidón que se extrae de los tallos de diferentes palmeras tropicales, sobre todo del Metroxylon sagu en la zona por la que pasaron los expedicionarios de Magallanes, pero también de ciertas especies del género Cycas como las wadei o las revoluta, en el caso de áreas del este de China y Japón. Plantas por tanto que entran de la categoría de exótica que tanto apreciaban los Montpensier y presentes así en los jardines de su palacio de Sanlúcar.
En todas estas regiones del este y sudeste de Asia, así como en Indonesia, el sagú supone de hecho un alimento básico, cuando no un sucedáneo de otros esenciales como el arroz. No obstante, el almidón de las cicas debe ser sometido a un proceso previo al consumo para eliminar una neurotoxina conocida como cicasina, de efectos parecidos al cianuro, perjudicial para el ser humano.
Las cicas son verdaderos fósiles vivientes. Estas plantas con semilla, dioicas (con individuos masculinos y femeninos), tuvieron su gran apogeo en la Era Mesozoica coincidiendo con el dominio de los dinosaurios. Junto con coníferas y ginkgos dominaron la vegetación del planeta, hasta tal punto que el periodo Jurásico se llega a llamar “Edad de las cícadas”. Su ocaso parecía haber llegado con la evolución de las plantas con flores, aunque ha conseguido sobrevivir hasta nuestros días y hacerse un sitio en muchos jardines y hogares.